Estamos pensados para movernos, lo pone en nuestros genes, lo dice nuestra biología.
Sin embargo, nos cuesta.
A mí, al menos, me cuesta mucho.
Parece que nuestro cuerpo está esperando cualquier excusa para poder “descansar”, para poder sentarse en el sofá o tumbarse en la cama. Establecer el hábito sólido de practicar alguna actividad física a diario es difícil, y llevar una vida activa también lo es.
Pero, si estamos pensados para movernos, ¿Por qué es tan difícil?
Por irónico que parezca a día de hoy, a lo largo de su evolución, el ser humano nunca ha tenido que preocuparse por incluir actividad física en su día a día.
No era necesario contar pasos. Lo raro era no darlos.
La actividad física formaba parte de nuestra vida.
La necesitábamos para sobrevivir.
No sé si alguna vez has ido de camping, pero, si lo has hecho, sabrás que si a media noche te dan ganas de ir al baño… tienes que levantarte, caminar a la intemperie, llegar hasta el baño y luego volver.
Por la mañana, más de lo mismo.
Si te quedas sin agua y tienes sed, tienes que caminar hasta la fuente más cercana y, si no tienes comida, has de buscarte la vida para ir hasta un bar o supermercado.
Pongo este ejemplo porque imagino que es algo parecido a lo que les sucedía a nuestros antepasados cazadores-recolectores (excepto por lo del bar y el supermercado, claro).
Ellos tenían que moverse, sí o sí.
Para conseguir comida, para buscar agua, para refugiarse, para huir de los depredadores. En definitiva, tenían que moverse para sobrevivir.
Todo ese movimiento formaba parte de su día a día. No lo tenían que buscar ni planificar.
Y como bien sabemos, el movimiento consume energía, por lo que sería lógico pensar que nuestro organismo desarrollase mecanismos para minimizar el gasto energético y preservar energía para su fin último: la reproducción.
Pues, efectivamente, así es.
La actividad física no es un mecanismo de adaptación que se haya preservado evolutivamente, sino que es una necesidad para la supervivencia.
El ahorro de energía sí es un mecanismo de adaptación que se ha preservado evolutivamente.
Somos evolutivamente "vagos".
Ahora bien, que a nadie le sirva esto de excusa para no moverse más o para dejar de esforzarse por mantener una vida activa.
Somos evolutivamente vagos porque somos naturalmente activos.
Ahora bien, que a nadie le sirva esto de excusa para no moverse más o para dejar de esforzarse por mantener una vida activa. Si dejamos de ser naturalmente activos, el hecho de ser evolutivamente vagos deja de ser una ventaja y se convierte en un factor que contribuye al desarrollo de enfermedades no transmisibles (ENT).
Las enfermedades no transmisibles engloban una serie de patologías que generalmente son de larga duración o crónicas y que resultan de una combinación de factores genéticos, fisiológicos, ambientales y de comportamiento.
Entre ellas se encuentran las enfermedades cardiovasculares, los cánceres, las enfermedades respiratorias crónicas y la diabetes.
Y, ¿Cuáles son las principales causas de estas enfermedades? (ojo, que no las únicas, pero sí las más frecuentes)
- El tabaco.
- Los malos hábitos alimenticios (como el consumo excesivo de sal o el consumo de ultraprocesados).
- El consumo de alcohol.
- La falta de actividad física.
Numerosos estudios científicos han demostrado la relación que existe entre la inactividad física y la probabilidad de desarrollar ENTs.
Y es que, como decía, somos naturalmente activos y evolutivamente vagos.
Si quitamos uno de los dos factores, estamos rompiendo el equilibrio.
La buena noticia es que está en nuestra mano recuperar esa actividad natural que caracteriza a nuestra especie.
Con respecto a eso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a las personas adultas:
- Que dediquen al menos 150 minutos a la semana a la práctica de actividad física aeróbica moderada o 75 minutos a la semana a la práctica de actividad física aeróbica vigorosa.
- Que las sesiones sean de al menos 10 minutos de duración.
- Que, para obtener mayores beneficios para la salud, se aumente hasta 300 minutos por semana la práctica de de actividad física aeróbica moderada o hasta 150 minutos a la semana la práctica de actividad física aeróbica vigorosa.
- Que realicen al menos dos veces por semana actividades de fortalecimiento de los grandes grupos musculares.
Resumiendo, la OMS recomienda, cada semana, entrenar fuerza como mínimo dos veces y realizar al menos 2 horas y media de actividad física moderada o 1 hora y cuarto de actividad física intensa.
Como mínimo.
A mí, personalmente, ceñirme a los mínimos cuando se trata de mi salud, no me convence. Por eso, termino esta publicación con un resumen de lo que yo intento hacer para recuperar y mantener mi actividad física natural.
Ahí va:
- Empezar mis días con movimiento. Intento practicar yoga o movimientos conscientes todas las mañanas, nada más levantarme. No suelo dedicar más de 30 minutos, pero es lo primero que hago por la mañana y es suficiente para mover todo el cuerpo, subir un poco las pulsaciones y llenarme de energía para el resto del día.
- Caminar al menos 8000 pasos al día. Si pueden ser 10000, mejor. Y si son 12000, mejor aún. Andar es la actividad que más me ayuda, tanto a nivel mental como físico. Cuando no tengo tiempo para más, al menos doy un paseo. Si es por el bosque, mejor.
- Entrenar fuerza 2-3 veces por semana. Estos entrenamientos a veces son en forma de sesiones de power yoga más intensas o de entrenamientos funcionales con kettlebells o mancuernas en casa.
- Entrenar cardio suave 2 veces por semana. Hace tiempo que empecé a combinar mis paseos con carreras suaves y la verdad es que ahora forma parte de mi rutina y me encanta. Contribuye a elevar mi nivel de actividad y me hace sentirme realmente bien.
- Divertirme practicando deportes. Esta es una parte crucial. Para mí, una cosa es la actividad física y otra es el deporte. Practico deportes porque me divierten mucho y porque me gusta aprenderlos e ir mejorando mis habilidades en ellos. Por eso, todas las semanas intento practicar algún deporte a modo de entretenimiento, ya sea escalada, pádel, surf, golf…
- Hacer actividades en la naturaleza. Esto lo he dejado para el final, quizás porque es lo más importante y lo que espero que se recuerde mejor. El contacto con la naturaleza es crucial para nuestra salud y nuestro bienestar (trataré este tema en alguna publicación). Todas las semanas intento dar, al menos, dos paseos por la naturaleza o practicar deporte o alguna actividad física en un entorno natural.
Y es que, a pesar de tanta palabra, el mensaje es muy sencillo: nuestra naturaleza es activa y nuestra evolución ha buscado la manera de ahorrar energía.
Mantenernos activos está en nuestra mano.
Del descanso ya se encarga la evolución.
¡Muévete, pasa tiempo en la naturaleza y diviértete!
Gracias por leer.
Mamen