Invisible y vital

Podría intentar adivinar cosas sobre ti, que lees esto. 

Por ejemplo, podría jugar a decir si estás sentado o de pie, si estás en casa o fuera, solo o en compañía, alegre o triste… 

Pero no acertaría. 

Para empezar, porque no solo va a haber una persona que lo lea, así que con mucha probabilidad, fallaría. 

Sin embargo, hay una cosa que puedo decir con total certeza sobre todas y cada una de las personas que lean este texto: que están vivas. 

No me la he jugado mucho, lo sé… 

Pero quiero ir un poco más allá: si estás leyendo esto, estoy segura de que estás respirando.

La respiración

Esa increíble aplicación de nuestro cuerpo que funciona siempre en segundo plano y nos mantiene con vida.
Seguro que ahora que te lo he dicho estás prestándole algo de atención. 

Y es posible que sea la primera vez que la atiendes en el día, o incluso en la semana. O incluso en tu vida…

¿Alguna vez te has parado a pensar cómo respiras?

Esta simple acción, que realizamos unas 20.000 veces al día, pasa desapercibida en nuestras ajetreadas rutinas.

Pero,

¿Sabías que la forma en que respiramos tiene un impacto directo en nuestro bienestar físico y mental?

La mayoría de nosotros respira de manera automática y superficial, sin prestar atención a este proceso vital. Hasta que, en un momento dado, algunos empiezan a indagar en temas como “la respiración consciente”, “la meditación”, “las técnicas de relajación”, “el mindfulness”…

Todos estos conceptos tienen en común el hecho de darle a la respiración la atención que merece.

Y antes de profundizar en ellos, me gustaría empezar por el principio.

¿En qué consiste eso de respirar?

La respiración es un proceso vital y alucinante.

A nivel fisiológico, implica varios pasos y órganos.

Primero, al inhalar, el aire entra por la nariz o la boca y viaja a través de la tráquea hasta llegar a los pulmones. En los pulmones, el aire llega a unos sacos diminutos llamados alvéolos.

Y es aquí donde ocurre la magia: el oxígeno (nutriente) del aire pasa a la sangre, mientras que el dióxido de carbono (desecho) se transfiere desde la sangre al aire para salir del cuerpo en la exhalación.

Este proceso involucra a diversos músculos, especialmente el diafragma, que ayudan a expandir y contraer los pulmones, facilitando la entrada y salida del aire.

En resumen, podríamos decir que gracias a los movimientos que se originan en algunos músculos de nuestro cuerpo, el aire puede entrar en los pulmones para nutrirnos y, tras ello, salir, cargando los desechos que ya no necesitamos.

Y la respiración puede darse de distintas maneras.

Por ejemplo, como hemos visto, el aire puede entrar en nuestro cuerpo por la nariz (respiración nasal) o por la boca (respiración bucal).
Además, el foco de la respiración puede estar localizado en el abdomen (respiración abdominal) o más bien en la zona del pecho (respiración torácica).

Todos estos conceptos tienen en común el hecho de darle a la respiración la atención que merece.

Y antes de profundizar en ellos, me gustaría empezar por el principio.

De las posibles combinaciones, la respiración nasal y abdominal es especialmente beneficiosa ya que se asocia con niveles más bajos de estrés y una mejor salud general.

Cuando respiramos por la nariz, a diferencia de por la boca, se filtra y se calienta el aire antes de que llegue a nuestros pulmones. Además, la respiración nasal estimula la producción de un compuesto que mejora la capacidad de transporte de oxígeno en nuestra sangre: el óxido nítrico.

 

Por otro lado, la respiración abdominal permite una mayor entrada de oxígeno y facilita un estado de relajación profunda.

Y no es que la respiración torácica o bucal sean “malas”. También tienen su función: reaccionar ante situaciones de estrés.
 

Evolutivamente, cuando nos sentíamos en peligro, teníamos que reaccionar de manera rápida.

Te pongo en situación: un león a 300 metros corriendo hacia ti a toda velocidad, un árbol a 2 metros. Ves el león: tienes que subirte al árbol antes de que llegue.
 

¿Cómo crees que sería la respuesta instintiva de tu cuerpo?

 Opción A: “Uy, parece que viene un león a toda velocidad. Voy a relajarme, inhalar por la nariz, llevar el aire al abdomen y exhalar suavemente. Lentamente y siendo consciente de mi cuerpo, me subiré a ese árbol y, manteniendo la calma y sin que me suban las pulsaciones, escaparé del león”.

Opción B: “¡¡¡Co** un león!!! Jo*** qué rápido viene. Pulsaciones de 0 a 190 en 2 segundos. Respiro lo más rápido posible, pero sin prestarle atención, solo quiero subirme a ese árbol antes de que llegue el maldito león. Me subo al árbol, jadeando, me noto caliente, me falta el aire, incluso me mareo…”.

Bueno, no es un examen, pero entiendo que nadie habrá elegido la A…

Pues que en la naturaleza, nuestra respiración superficial y rápida nos permitía reaccionar ante situaciones de estrés y en las que nuestra vida podía estar en juego.

Pero, ¿Qué ocurre hoy en día?

Pues que, realmente, no estamos sometidos a ninguna situación que ponga en riesgo nuestra vida ni nos tenemos que subir a los árboles… al menos no habitualmente…

Sin embargo, vivimos estresados.
Según un estudio realizado por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), aproximadamente el 42% de la población española experimenta estrés de forma frecuente o continua.
Eso es casi la mitad de la población.

Teniendo en cuenta que parte de la población son niños pequeños y bebés, el porcentaje aumenta si nos centramos en la población adulta.

Y, al igual que nuestra respiración superficial, el estrés en sí no es malo. El problema viene cuando ese estrés se cronifica y no somos capaces de lidiar con él, pudiendo llegar a desembocar en trastornos de ansiedad o depresión.

Y esto nos lleva a una conclusión:

Trabajar la respiración nasal y abdominal y la consciencia de esta nos puede ayudar a entender nuestro estrés, afrontarlo y reducirlo.

Por si reducir tus niveles de estrés y sentirte mejor no fuera suficiente, los beneficios de ser conscientes de nuestra respiración van más allá de reducir el estrés.
Al enfocarnos en nuestra respiración y practicar técnicas de respiración consciente, podemos mejorar nuestra concentración, estado de ánimo y memoria. Incluso diversos estudios han mostrado que una respiración adecuada puede influir positivamente en nuestra capacidad para tomar decisiones y en nuestra creatividad.
Además, ser conscientes de nuestra respiración nos ayuda a conectarnos con el momento presente, reduciendo la ansiedad y mejorando nuestra capacidad para manejar emociones difíciles. 

Así pues,

respirar de manera consciente es una herramienta muy poderosa para el autocuidado y el desarrollo personal.

Para empezar a beneficiarte de una respiración consciente, te animo a realizar pequeños ejercicios diarios, sencillos.
Por ejemplo, puedes dedicar, al irte a dormir, 5 o 10 minutos a observar cómo respiras.

Resumiendo, aunque respirar es algo que hacemos de forma automática, tomar consciencia de cómo lo hacemos puede abrirnos la puerta a un mundo de beneficios para nuestra salud física y mental.
Te animo a que explores y experimentes con tu respiración. 

Es una herramienta poderosísima que siempre llevas contigo. 

Gracias por leer. 

Mamen 

The Science of Breathing. Universidad de Stanford. 
Breath: The New Science of a Lost Art. James Nestor. 
Vivir con plenitud las crisis. John Kabat-Zinn
Ma X, et al., The Effect of Diaphragmatic Breathing on Attention, Negative Affect and Stress in Healthy Adults. Front Psychol. 2017 Jun 6;8:874

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