Antídoto para el scroll infinito

A los creadores de Instagram y su terrible scroll infinito no les va a gustar esto…
Ya irás viendo por qué.

Empecemos por el principio.

Hoy voy a hablar del cerebro y de una de sus capacidades en concreto: la atención.

El cerebro es ese órgano fascinante y poderoso que regula todas nuestras funciones vitales y procesos mentales. Es nuestro gran ordenador integrado.
Y ojo, por si alguien tenía la duda, no es un músculo aunque a veces hablemos de “entrenarlo”.

Ese órgano de aproximadamente kilo y medio que gasta el 20% de toda nuestra energía esconde todos los secretos sobre nuestras habilidades para pensar, sentir, recordar, atender, tomar decisiones, aprender….

Por aportar algo de teoría, estas habilidades con las que estamos tan familiarizados se conocen como capacidades cognitivas e incluyen funciones como la memoria, el lenguaje, la percepción y, por supuesto, la atención. Nuestra gran protagonista hoy.

¿Qué es la atención?

La atención es una capacidad cognitiva esencial que nos permite focalizar nuestros recursos mentales en tareas o estímulos específicos, filtrando las distracciones y centrándonos en lo que es relevante en cada momento.

Esta función de nuestro cerebro, en colaboración con otras, es una de las que nos ha permitido sobrevivir como especie. Siendo capaces de atender al medio que nos rodeaba, a las posibles amenazas, a las fuentes de alimento y agua etc. hemos podido llegar hasta donde estamos hoy.

Aunque a menudo se piensa que la atención es un proceso simple y único, en realidad hay varios tipos de atención y varios mecanismos subyacentes. Vamos a verlo brevemente:

  • Atención sostenida: es la capacidad de mantener la concentración en una tarea o estímulo durante un periodo prolongado de tiempo. A lo que comúnmente llamamos “prestar atención”.
  • Atención selectiva: es la capacidad de enfocarnos en un estímulo relevante mientras ignoramos otros estímulos que no lo son. La capacidad de filtrar vaya.
  • Atención alternante: es la capacidad de cambiar el foco de atención entre diferentes tareas o estímulos. Gracias a la cual pensamos podemos cambiar fácilmente de tarea.
  • Atención dividida: es la capacidad de prestar atención a múltiples tareas simultáneamente, aunque más adelante veremos por qué esto es más un mito que una realidad.

Y como casi todo, el cerebro se compone de una serie de partes que se comunican entre sí para permitir esas funciones.

En el caso de la atención, el lóbulo frontal, especialmente la corteza prefrontal (la parte de cerebro que tenemos detrás de la frente), juega un papel crucial en la atención sostenida y la planificación; el lóbulo parietal está más implicado en la atención espacial y la orientación; el tálamo actúa como un filtro, regulando la información sensorial que llega a nuestra conciencia; y, por último, una red de neuronas a la que llamamos “red de control ejecutivo” y que incluye la corteza prefrontal dorsolateral y la corteza cingulada anterior, es esencial para las funciones de atención selectiva y sostenida.

Ahora que hemos explicado un poquito sobre las bases teóricas y lo que dice la neurociencia sobre la atención, quiero profundizar en algo que posiblemente te sea de interés.

Eso del multitasking

Por si nunca habías oído esa palabra, viene del inglés y se refiere a hacer varias tareas a la vez.

Tradicionalmente se dice que las mujeres somos más capaces que los hombres de llevar esto a cabo pero, ¿Es esto así de verdad?
Pues realmente, no.

Nuestro cerebro es incapaz de prestar atención plena a más de un estímulo a la vez.

A pesar de la creencia popular de que podemos hacer multitasking, la realidad es que nuestro cerebro no puede prestar atención plena a dos cosas a la vez. Cuando intentamos hacer multitasking, lo que en realidad hacemos es cambiar rápidamente de una tarea a otra, lo que disminuye nuestra eficiencia y aumenta el riesgo de errores.
Además, como no podemos prestar atención plena a todo lo que estamos intentando hacer, si cometemos un error, será más difícil que nos demos cuenta.

Un estudio realizado por la Universidad de Stanford demostró que las personas que se consideran buenas en multitasking son en realidad menos eficientes y tienen más dificultades para ignorar las distracciones.

Este estudio, liderado por Clifford Nass, mostró que los multitaskers frecuentes tenían más dificultades para filtrar información irrelevante y cambiar de una tarea a otra, sugiriendo que el multitasking podría afectar negativamente la función cognitiva.

Lo que ocurre es que gran parte de las tareas que hacemos no requieren que estemos focalizadas en ellas mucho tiempo y podemos llevarlas a cabo más o menos bien en piloto automático. Por lo tanto, con poner en ellas nuestra atención durante un momento, nuestro sistema nervioso en colaboración con nuestro cuerpo tiene la capacidad de permitirnos ejecutar varias acciones a la vez.

Pero ojo, no estaremos atendiendo a todas ellas.

Hay muchos matices al respecto. Por ejemplo, hay tareas o estímulos que interfieren más con algunas tareas que con otras según si son procesadas por las mismas partes del cerebro o por otras distintas.

Así, escuchar una canción en el idioma en el que estamos escribiendo, podrá interferir más en la escritura que oler una fragancia a través de nuestra nariz.

Creo que se entiende.

¿Y qué pinta el mindfulness en todo esto?

Como no podía ser de otra manera, yo vengo a hablar de mi libro.

Y es que el concepto “mindfulness” se traduce al español como “atención plena”.

Así que solo el concepto ya habla mucho de lo que implica para nuestra mente y de lo que puede significar llevar mindfulness a la vida cotidiana.

El mindfulness, o atención plena, es una práctica que implica estar y atender al momento presente de manera intencional y sin juzgar. Básicamente consiste en prestar atención a lo que esté sucediendo, momento a momento, ya sean sonidos, olores, sabores, acciones, pensamientos…

Consiste en que nuestra conciencia (eso que nos hace darnos cuenta de las cosas) esté en el mismo espacio temporal que las acciones que estemos haciendo o las cosas que estén ocurriendo a nuestro alrededor.

Por ejemplo: si estamos hablando con una amiga, que nos demos cuenta de ese momento y nuestra atención esté totalmente enfocada en la escucha y el habla y en el tema que se esté tratando, y no volando entre pensamientos sobre lo que vamos a hacer mañana o sobre lo que se nos olvidó hacer ayer…

O por ejemplo: si estamos con el móvil en la mano ojeando Instagram, que nos demos cuenta de que estamos deslizando a través de imágenes y vídeos de otras personas y que estemos totalmente enfocados en aquello que está ocurriendo y que si estamos 20 minutos deslizando, lo hagamos de manera completamente voluntaria y no en piloto automático.

Imagino que en este punto te irás haciendo idea de por qué a los creadores de Instagram no les gusta el mindfulness…

Volviendo a la neurociencia y a los laboratorios, hay muchos, muchísimos estudios científicos que han demostrado los beneficios del mindfulness en los laboratorios.

Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Psychological Science encontró que después de solo dos semanas de práctica de mindfulness, los participantes mostraron mejoras significativas en su capacidad de atención y en la memoria de trabajo.

Y otro demostró que la meditación mindfulness puede mejorar la capacidad de atención y reducir la ansiedad, subrayando el potencial de esta práctica para mejorar la función cognitiva.

Y otro, realizado por la Universidad de Harvard reveló que la práctica regular de mindfulness puede aumentar la densidad de materia gris en el hipocampo, una región del cerebro asociada con la memoria y el aprendizaje, así como en otras áreas relacionadas con la autorregulación y la toma de decisiones.

Así pues, a mí me gusta ver el mindfulness como un entrenamiento mental a través del cual se puede llegar a modificar nuestro cerebro y podemos mejorar en funciones como la memoria, la capacidad de concentración o la capacidad para ejecutar tareas.

Pero saliéndonos un poco de los beneficios puramente científicos, con la práctica de mindfulness y llevando la atención plena a nuestro día a día, podemos conseguir cosas como:

  • Vivir más en el presente y disfrutar más con nuestros seres queridos y con las tareas que disfrutamos haciendo.
  • Rendir mejor en el trabajo y tener mejores ideas gracias a estar más conectados con nosotros mismos, con el presente y con el mundo que nos rodea.
  • Disfrutar más de las tareas que no suelen gustarnos tanto ya que hacerlas con un enfoque “mindful” reduce la sensación de desagrado.
  • Relacionarnos mejor con nuestro entorno (ya sean personas o experiencias) ya que tendremos una mayor capacidad de entendimiento y de controlar nuestro comportamiento.
  • Dormir mejor y vivir de forma más amable con el estrés que supone la vida.

Y en definitiva, ser más libres, tomar mejores decisiones y disponer de nuestro tiempo, escapando de ladrones de tiempo. Como el scroll infinito de Instagram o Facebook.

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