¿Sabías que según estudios científicos preferimos el dolor antes que el silencio?
Bueno, quizás lo he resumido mucho, pero más o menos es así. Te cuento…
En el año 2014, es decir, hace no tanto, un grupo de investigadores de la Universidad de Virginia se asoció con un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard para poner a prueba cuánto nos gusta o nos disgusta, de media, estar en silencio con nosotros mismos. Para poner esto a prueba, diseñaron 11 pequeños experimentos en los que fueron exponiendo a los participantes a distintas situaciones. En la mayoría de ellas los participantes del estudio tenían que enfrentarse a varios minutos (entre 6 y 15 minutos) de estar en silencio, sin hacer nada en especial.
Los participantes sencillamente tenían que no hacer nada.
Pues aunque parezca una tarea fácil, el estudio concluyó que los participantes no disfrutaron de la experiencia de pasar entre 6 y 15 minutos en silencio con ellos mismos sin nada que hacer excepto pensar, sino que disfrutaron más haciendo tareas cotidianas mundanas e incluso prefirieron darse a sí mismos descargas eléctricas en vez de quedarse a solas con sus pensamientos. En definitiva, la mayoría de los participantes del estudio mostraron una clara preferencia por hacer algo en lugar de nada, lo cual parece lógico. Pero lo sorprendente es que incluso lo prefirieron cuando eso que hacían era algo desagradable (incluso doloroso).
Los participantes sencillamente tenían que no hacer nada.
Pues aunque parezca una tarea fácil, el estudio concluyó que los participantes no disfrutaron de la experiencia de pasar entre 6 y 15 minutos en silencio con ellos mismos sin nada que hacer excepto pensar, sino que disfrutaron más haciendo tareas cotidianas mundanas e incluso prefirieron darse a sí mismos descargas eléctricas en vez de quedarse a solas con sus pensamientos.
En definitiva, la mayoría de los participantes del estudio mostraron una clara preferencia por hacer algo en lugar de nada, lo cual parece lógico. Pero lo sorprendente es que incluso lo prefirieron cuando eso que hacían era algo desagradable (incluso doloroso).
Una de las cosas que nos diferencia del resto de especies es nuestra capacidad de ser conscientes y de crear, mentalmente, situaciones e historias que, reales o no, solo existen en nuestra mente.
Tenemos la capacidad de viajar al pasado y al futuro e incluso de modificarlos, mentalmente.
Esta capacidad que tiene nuestra mente de vagar en torno a ideas cuando no estamos haciendo nada es posible gracias a una serie de conexiones y circuitos de nuestro cerebro que recibe el nombre de red en reposo o default mode network en inglés.
Supongo que alguna vez te habrá pasado que te descubres viajando por alguna película mental, soñando con una persona con la que estás empezando a quedar, ensayando una conversación difícil con tu jefe, o imaginando las vacaciones que vas a tener en verano…
Bueno, cada uno se imagina lo que quiere y puede, pero lo de montarnos películas mentales es algo inherente a la especie humana y es una de las cuestiones sobre las que más han trabajado los neurocientíficos.
Por ejemplo, una de las preguntas que intentan responder es si entramos en ese modo de manera voluntaria o no. Y la evidencia parece indicar que entramos en ese modo de manera inconsciente mientras estamos intentando atender a otras tareas, como ver la televisión, pasear, escuchar la radio, conducir…
Sin embargo, cuando no hay otra tarea que demanda de nuestra atención, es decir, cuando estamos sin hacer nada, nos damos más cuenta de que estamos entrando en ese modo. Y esto nos incomoda.
Es decir, soñar con las vacaciones mientras estamos haciendo la cena nos distrae y nos agrada pero darnos cuenta de que estamos soñando despiertos mientras no hacemos nada nos desagrada mucho.
¿Te ha pasado alguna vez? ¿Te identificas con ello?
Por supuesto, no es así para todo el mundo, son datos referidos a la media de los resultados que se obtienen en los estudios científicos.
Para poner todo esto a prueba, los científicos expusieron en el laboratorio a participantes a una serie de experimentos en los que les dejaron durante unos minutos en una sala sin sus pertenencias (ni móvil, ni libretas, ni revistas…) con la única premisa de permanecer sentados y despiertos.
Dormirse en estos estudios es trampa, aunque seguro que más de un participante se echó una siestecita.
Después de ese periodo de “pensamiento”, se pidió a los participantes que respondiesen a una serie de preguntas y, en general, las respuestas indicaron que este proceso les había resultado difícil y desagradable.
En otro de los experimentos, repitieron el mismo esquema pero esta vez indicaron a los participantes que debían hacerlo en sus casas.
Tras esto, un 30% de los participantes confesó haber hecho trampa y haber combinado el ejercicio con alguna tarea sencilla como escuchar música de fondo o poner la televisión.
Por otro lado, les resultó un poco más incómodo hacer este ejercicio en sus casas que en el laboratorio.
¿Nos encontramos incómodos sin hacer nada, con nosotros mismos, en nuestra propia casa?
Pues la evidencia científica parece indicar que sí, y que la mayoría necesita una tarea de fondo, por mundana que sea, en la que parte de nuestra atención pueda perderse durante un tiempo indefinido.
En otro de los estudios, se pidió a los participantes que, en las mismas condiciones, añadieran voluntariamente una tarea a la que prestar atención pero que no implicase relación con otros: escribir, leer, ver la tv, escuchar música… En este caso los participantes no se sintieron incómodos y reportaron una mayor capacidad de concentración en la tarea.
Llegados a este punto del estudio, los científicos concluyeron que las personas prefieren claramente tener algo que hacer y en lo que ocupar su mente antes que simplemente estar con ellos mismos y sus pensamientos.
Pero, ¿hasta qué punto es esto así? ¿Sería así incluso si la tarea a la que prestar atención fuese algo desagradable o negativo?
Pues para comprobar esto, diseñaron un experimento similar a los anteriores en el que, en el laboratorio, pidieron a los participantes que se quedasen en silencio observando sus propios pensamientos pero les ofrecieron la opción de auto-administrarse, durante ese tiempo, un estímulo negativo.
Para asegurarse de que el estímulo sería realmente negativo, antes de empezar, hicieron a los participantes valorar como positivos o negativos una serie de estímulos y, de entre los negativos, elegir si pagarían dinero o no por no volver a recibir el estímulo.
Tras este experimento previo, seleccionaron a los participantes que habían afirmado que pagarían dinero por no volver a recibir el estímulo negativo elegido: una descarga eléctrica.
Por dejarlo claro, solo participaron en el experimento los individuos que dijeron que pagarían dinero por no volver a recibir el estímulo negativo.
Bien, una vez llevado a cabo el experimento, un 67% de los hombres y un 25% de las mujeres se auto administró descargas eléctricas, aquello que habían dicho que pagarían por no volver a recibir.
Un participante se auto administró 190 descargas en los 15 minutos que duró el experimento.
Esto son más o menos 13 descargas por minuto, es decir, una descarga cada 5 segundos.
Un participante que previamente había dicho que pagaría por no volver a recibir esa descarga.
Descarga vs silencio = descarga 190 veces.
Hago hincapié en esto porque el dato me resultó alucinante.
Fue tan elevado que eliminaron ese participante del estudio porque generaba un importante sesgo en los datos.
Por no alargarme más, este estudio concluye que, a pesar de que nuestra mente tiene una enorme capacidad para divagar y viajar hacia ideas y películas que muchas veces son fantasiosas y agradables, solo las disfrutamos si, a la vez, hay otras tareas a las que atender y que quitan recursos a la mente.
Sin embargo, la observación directa de nuestros pensamientos sin tener nada más que hacer, resulta desagradable para la mayoría. Tanto es así, que preferimos (de media) hacer algo desagradable antes que no hacer nada.
No hacer nada y simplemente estar con nuestros pensamientos se nos hace más desagradable que el dolor.
“A una mente desentrenada no le gusta estar a solas consigo misma”.
He querido compartir este estudio porque me resultó realmente impactante y porque es algo que yo misma he observado.
Hacer deporte, mover el cuerpo, entrenar fuerza, ir al gimnasio… son cosas que, practiquemos o no, están a la orden el día en nuestra sociedad.
Pero que estar en silencio y sin hacer nada nos resulte menos apetecible que una descarga eléctrica me parece impactante y me hace pensar, por un lado, en lo poco entrenados que estamos a nivel mental y, por otro, en lo realmente abrumadora que puede resultarnos nuestra mente cuando somos conscientes de ella.
Para acabar este post, quiero proponerte un reto: hacer el experimento que se plantea en el estudio científico y ver qué pasa.
Sin las descargas, evidentemente.
Me refiero simplemente a que pongas un cronómetro con 10 minutos y te sientes, en silencio, a estar ahí sin hacer nada.
¿Qué tal te sientes?
Si te apetece compartir tu experiencia en comentarios o por mail, estaré encantada de leerte.
Gracias por leer.
Mamen
Wilson TD, Reinhard DA, Westgate EC, Gilbert DT, Ellerbeck N, Hahn C, Brown CL, Shaked A. Social psychology. Just think: the challenges of the disengaged mind. Science. 2014 Jul 4;345(6192):75-7. doi: 10.1126/science.1250830. PMID: 24994650; PMCID: PMC4330241.